No sé si habíais visto este video de una campaña en Nueva Zelanda sobre el acceso a la pornografía durante la infancia.
Según estudios la media de edad en la que se empieza a consumir pornografía en España se sitúa en los 13-14 años por más que una minoría (publicitada de manera sensacionalista) lo haga unos años antes. Podéis encontrar más información en este estudio realizado aquí en España, o en este resumen. De todos modos también hay diferencia en el acceso dependiendo de si es pasivo o activo, (si se busca o no) y muchas veces durante la infancia y pubertad este acceso es sin buscarlo, porque llegue por WhatsApp, porque lo ven con alguien más mayor, porque salta mientras navegan por internet, porque alguien de clase se lo enseña… Sí, la búsqueda y el interés existe y al hacer educación sexual me encuentro que en cursos como 5° y 6° de primaria hay una parte del alumnado que ya ha tenido acceso a estos contenidos, (incluso en 4° de primaria aunque insisto, es minoritario) pero ese acceso no siempre es buscado y por otro lado, hay otra parte del alumnado, (mayoritario) que no.

Evidentemente desde que existe internet el acceso ha cambiado, estando al alcance de cualquiera que tenga un dispositivo con conexión, pero no es lo único que cambia. El consumo de pornografía ya no es solo una práctica íntima y no siempre se busca por disfrute, porque por ejemplo, muchos de los vídeos que se ven o se reenvían son casos «exagerados» que más que disfrute generan y buscan sorpresa, risas e incluso asco y que además, se ven en grupo en espacios públicos. Dentro de las diferentes edades con las que trabajo, donde más sale este tema es con el alumnado de 2° de la ESO (o es donde yo al menos les veo con más ganas, inquietud y menos pudor) y habitualmente me hablan de este tipo de videos y preguntan si eso que están viendo es real o posible.
Y ante esto…
Las medidas que como familias podemos tomar son muchas y variadas, desde prohibir hasta informar y cada familia tendrá que encontrar la suya. Yo como profesional tengo claro que mi papel es informar y acompañar (al alumnado y a sus familias). La pornografía está ahí y tiene un papel, y por otro lado, no todo el porno es el mainstream, aunque también es cierto que es el más consumido por su gratuidad y su fácil acceso. (Sobre esto y todo lo relacionado con la sexualidad y la era digital saben mucho mis colegas de Emaize y tienen una formación bastante interesante, Sexualidades en digital).
¿Es la pornografía nuestro gran problema?
Quizá el porno en sí no sea el problema, quizá la dificultad viene cuando no hay donde contrastar, cuando no hay educación sexual, (de los sexos), de calidad y rigurosa, cuando no educamos para que nuestras criaturas tengan sentido crítico, cuando no hay comunicación. Pero esto también tiene su hoja de doble filo porque actualmente la pornografía se ha convertido en «el nuevo SIDA o embarazos no deseados». ¿Recordáis aquella campaña tan famosa de «póntelo, pónselo»?, evidentemente había un contexto y unas realidades pero la educación sexual se redujo a eso, a la prevención y a trabajar desde las miserias, desde lo negativo, los peligros y el miedo.
Hoy no ha cambiado mucho, ahora pareciese como si el único motivo para hacer educación sexual fuese prevenir los peligros del porno, como si una amenaza se cirniese sobre nuestras cabezas y si no hacemos educación sexual, (la que sea), vamos a tener oleadas de «manadas», pero esto ni está avalado en datos ni la principal función de la educación sexual es evitar violaciones. Evidentemente el consumo de pornografía en edades tempranas no es inocuo, en las aulas sí vemos ideas que provienen de este consumo pero puede que mucho de lo que nos llega de los medios de comunicación sea algo alarmista y sensacionalista.
La educación sexual es mucho más, es la educación de los sexos que somos, con nuestras cualidades y peculiaridades, con nuestros deseos, nuestros modos de expresarnos, de disfrutar, en definitiva, de ser los hombres y mujeres, niñas y niños que queremos ser. Es informar sí, pero también trabajar las actitudes, es el trabajo EN POSITIVO.